Quiénes somos; qué pensamos

Un grupo de compañeros no docentes pensamos que pasados ya 10 años de la creación de la Universidad Nacional de Villa María es hora de que nuestra representación sea canalizada de manera seria, responsable y eficiente.Creemos que nos esperan arduas tareas y nos lanzamos a afrontarlas plenos de determinación, de fe en la capacidad y decisión de los compañeros, de confianza en el seguro éxito de nuestro trabajo. Esperamos que a partir de nuestra gestión ya no haya sacrificios vanos, esfuerzos desperdiciados, esperanzas frustradas. Sabemos por qué y cómo peleamos, contamos con las herramientas básicas que necesitamos, sólo nos resta afilarlas, mejorarlas incesantemente y ser cada día más hábiles en su empleo.Pensamos que un gremio no es ni nunca más debe ser una entidad en la cual algunos logran beneficios personales contra el malestar de muchos. Nos genera repulsión la consabida historia de los dirigentes ricos y las bases trabajadoras luchando por sobrevivir. Estamos convencidos de que es posible una representación genuina de nuestros intereses como sector y de los intereses de la comunidad universitaria en cuanto participamos del gobierno de ésta y a ello nos abocaremos con la mayor predisposición y empeño. Nuestras acciones se encontrarán orientadas a la defensa de las tres cuestiones que consideramos básicas y fundamentales: los derechos de los trabajadores; la igualdad de oportunidades; y por un país justo y solidario.

lunes, 21 de julio de 2008

La traición de los hombres honestos

Por Claudio Zeiger

Quizá por un tiempo, Julio Cobos se convierta en el héroe de la antipolítica, el reino de los que creen que la moral y la política son dos esferas no sólo autónomas sino irreconciliables y que preferirían ser gobernados por una monarquía elegante o por los éticos médicos sin fronteras a los políticos. La ecuación es inmejorable. Para no traicionar su corazón, el vicepresidente “traicionó” los códigos de la política. Si podemos abstraer por un momento su decisión del conflicto por la 125, si se acepta que votó por una convicción y que esa convicción nació de la necesidad del diálogo y el consenso (bandera que, cabe aclarar, le pertenece a uno de los sectores en pugna, la Mesa de Enlace, precisamente el sector que proclamó pero nunca buscó ni el diálogo ni el consenso), podríamos decir con la revista Contorno y la pluma de Ismael Viñas, que estamos frente a “la Traición de los Hombres Honestos”. Cobos dice que lo juzgará la historia, pero en realidad lo estamos juzgando nosotros, que aún no somos historia, momento a momento. Ya hay “cobosmanía” y “cobosfobia”. Curiosamente, hasta el momento en que se escriben estas líneas, nadie ha puesto en duda la figura de Cobos como la de un “hombre honesto”, un radical clásico que no habría evolucionado, como su partido, hacia el más rancio conservadurismo provincial sino que se habría instalado en una posición de progresista del interior, o, en otros términos, un radical K. O, agregaría yo, un compañero de ruta reformista. Porque intuyo que después del conflicto que de una forma o de otra llega a su fin, vamos hacia la conformación de un bloque conservador que se enfrenta a un gobierno reformista precisamente para bocharle las reformas. El problema es que el bloque conservador llegó a morder los tobillos del gobierno reformista. Así, me parece, quedó la cosa.

Sobre esta configuración se agrega toda la discursividad atronadora de estos últimos cuatro meses, con sus marcas salientes de racismo y clasismo (clasismo en el peor sentido, se entiende) casi inéditos. Y en este campo discursivo y como colofón de la semana que pasó, se ubica el voto de Cobos, anunciado eufemísticamente como “un voto que no es positivo”. Podría pensarse que ese voto en nombre del consenso y el diálogo fue la réplica del otro hecho trascendental de estos días, que quedó curiosamente opacado por el Cobos affaire: una multitud en la calle, partida en dos, fue tapada por la sombra de un solo hombre.

Ahí –en esta intersección de multitud y Hombre solo en la madrugada–- creo que reside la clave del presente y del futuro. El voto del hombre honesto es la expresión condensada de una forma apolítica de hacer política, con la bandera argentina y el celular, con la indignación moral y la convocatoria cívica. No sé si en términos estrictos existe aún la oligarquía, pero la burguesía asentada en la prosperidad económica sí que existe y se viene manifestando hace más de 120 días para decir que no quiere que el Gobierno que les dio el crecimiento económico les imponga un estilo o, si se quiere, una estética, a la que rechazan visceralmente. Y ese estilo, esa estética, no es sólo la mentada “confrontación”: es la política expresada en términos históricos de militancia. Lo que se confrontó en las calles el día previo al nacimiento de Cobos, fue la política apolítica y la política militante. El silencio y el ruido. Y no lo voy a decir en los términos estrechos y un tanto cómodos, si se me permite, de los que mentan al gorilismo a cada instante. No se trata meramente de peronismo y antiperonismo (fórmula que obviamente está incluida pero no es decisiva).

Esa tarde tan soleada del invierno, la militancia como concepto y modo de entender la política (con sus errores, limitaciones y viejas mañas incluidos) vivió unas horas tan gloriosas que no extraña que suenen a final de época. Pero no debería ser tan grave.

El voto de Cobos, el hombre honesto de la moral media, cristalizó los valores de la política apolítica que existe y demostró que puede organizarse en un finde y mediante el celu. Creo que la militancia es el único camino que queda, y que su recomposición a todos los niveles –sindical, político, estudiantil, cultural e intelectual– es una tarea colectiva. La única condición es no defraudarla, no traicionarla.

Ni en nombre de la honestidad ni en nombre de la ciega lealtad.

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